Raúl Castro está empeñado en construir un socialismo eficiente y productivo capaz de generar beneficios.
El general está muy confundido. No entiende nada. Lo obnubilan su falta de experiencia en el mundo empresarial, aunada a medio siglo de jefatura autoritaria del ejército.
Los fines de los empresarios son dos y están íntimamente ligados: ganar dinero y prestigio social. En general, a más dinero, más prestigio, y viceversa. Algunos, los menos, tienen cierto instinto filantrópico, pero esa pulsión solidaria no los hace mejores ni peores creadores de riqueza, aunque sí los convierten en seres humanos más interesantes y benévolos.
Los fines de los comunistas son otros. Sus burócratas no producen porque sientan la urgencia por ganar dinero y adquirir prestigio que aguijonea a los individuos emprendedores, sino, los mejores, unos pocos, para redimir a la humanidad, y los peores porque quieren medrar dentro del Partido. Para ello construyen sociedades igualitarias basadas en la propiedad colectiva de los medios de producción, en las que suprimen las libertades, y someten al conjunto de la sociedad al calvario de las "dictaduras del proletariado" administradas por fanáticos incompetentes.
Por Carlos Alberto Montaner
Fuente: El Nuevo Herald
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