jueves, 26 de mayo de 2011

La esfinge histérica

...el pobre país ficticio de las mayorías volubles y extraviadas, sigue pendiente de la decisión hamletiana de Madame Wilhelm: ser o no ser presidenta. Como la vetusta esfinge —esto es, como un demonio de destrucción y mala suerte— ella alimenta el juego cruel del acertijo, más ridículo que el enunciado por Diodoro Sículo cuando le hacía inquirir a la monstruosa imagen cuál era el ser a la vez bípedo, cuadrúpedo y parlante. En este caso, hay tantos de esos seres a la vista y olfato, que ni al consuelo de un incisivo y descifrador Edipo podría aspirar la módica esfinge kirchnerista.
Sin embargo, no es este oficio de mal agüero el que nos irrita en Cristina. Porque cuanto más lo abraza y practica más al descubierto queda su indigencia moral. Degradada a la condición de un objeto de encuestas, presionada por las culatas de camiones camorreros y de una corte inconmensurable de hampones que supo encumbrar e integrar, su vida ya no es humana sino un mero instinto animal de poder, resentimiento y codicia. Un dígito en la tómbola depravada de la democracia. Una cosa en el engranaje grasiento del Régimen.


Antonio Caponnetto

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