domingo, 21 de agosto de 2011

El banco de la plaza


La mañana sin sol hace el frío casi insoportable, el viento del sur sopla empeñado en hacerse notar más que nunca.

En este banco de la plaza donde reposan mis huesos cansados mis pensamientos son tan grises como el día.
Será que el sur últimamente sólo trae desgracia y oscuridad.
Las hojas juegan carreras tramposas entre los árboles que las dejaron caer, con extraños movimientos se levantan en pequeños vuelos para volver a caer, no se porque las comparo con nuestro destino.
Pasa una señora presurosa llevando de la mano a un pequeño, casi con seguridad es su hijo, el que se empeña caprichoso en jugar en las hamacas, siento que en realidad ni su madre comprende la rebeldía del niño para con el tiempo, inconscientemente me solidarizo con él, también soy un rebelde ante la adversidad.
Un diario olvidado divide sus páginas en competencias imposibles con todo aquello que el viento arrastra, algunas se detienen a esconderse entre mis zapatos, alcanzo a leer que Cristina arrasó, mi mirada va más allá y veo a mi país arrasado, levanto mis pies presuroso como si de pronto sintiera un fuego en ellos.
Trato de levantar un poco más el cuello de mi abrigo, doy otra vuelta a la bufanda para cubrirme de las inclemencias de la naturaleza y hundo mis manos en las profundidades de los bolsillos, pero el frío no viene de afuera sino de mi corazón.
Mis ojos buscan la cruz en lo alto de la iglesia frente a mi, allí cruzando la calle parece decirme que no estoy solo, mi alma comienza a sentir ese calor amigo que brinda seguridad y esperanza.
Pasan algunos rápido caminando, noto que me miran con desconfianza propia de esta época, temerosos de ser víctimas de un loco o un ladrón, en realidad sobran los delincuentes o según el gobierno “víctimas de la sociedad que toman por la fuerza lo que ésta les debe”.
Sí, es raro ver un tipo sentado en un banco de una plaza desolada con una temperatura bajo cero.
Tan raro como el resultado de estas elecciones llamadas primarias las cuales asustan por ciertas o por fraude.
Otra vez mis ojos buscan desesperados la cruz tratando de encontrar a Dios y comprendo que no puedo comprender sus razones.
Entonces como si se apiadara de mi escucho lejanas voces de niños cantando “Aurora”, provienen de la escuela detrás de la iglesia.
Es como un coro de ángeles que me traen un pedazo de cielo con sol para envolverme entre los colores de mi bandera, comprendo que no debo rendirme ante el enemigo, y no me rendiré, lo juro por Dios y por la Patria .
Y espero Compatriota estés a mi lado como siempre!!!
Dario

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