viernes, 6 de enero de 2012

Hoy estuve con uno de los amantes de la muerte

En una estación de servicio de la Ciudad, detrás mío se detiene también para cargar combustible, un oficial retirado de la Policía Provincial al que saludo amistosamente y tras un breve diálogo me retiro pensando en este policía, en los años que hacía que no lo veía, en lo causal del encuentro.
Entonces, como dice el tango, “acuden a mi mente recuerdos de otros tiempos”, cuando ese Oficial de Policía, no era “represor” ni andaba buscando malandras por la calle. Ese Oficial era uno de los “amantes de la parca”. Todos los días estaba en apresto para salir a jugarse la vida desactivando artefactos explosivos que colocaban los terroristas de las bandas Montoneros, ERP y otras afines. Pertenecía a la Brigada de Explosivos, grupo que usaba un pesado mameluco que hacía parecer al brigadista, un astronauta. Esos hombres sabían que esa vestimenta no les iba a salvar la vida, pero iba a servir para que, en caso de perder ese juego amoroso con la “parca”, la familia pudiera velar el cuerpo entero y no en decenas de pedazos.
En una oportunidad, esos terroristas a los que un Diputado de la Nación, Carlos Kunkel define como técnicos en explosivos, colocaron un explosivo en el baño de la terminal de ómnibus santafesina. El objetivo: matar a cualquiera. Este Oficial junto con otro camarada acudieron a desactivar el artefacto, pero la explosión los sorprendió, dejándolos casi sordos.
Y cavilando sobre el encuentro casual, fortuito, que supongo le debe haber causado alegría, imagino cómo debe sentirse cuando en la vida cotidiana se encuentra en la vía pública con sus victimarios y sus cómplices, con esos terroristas que gozan de total impunidad y que además se muestran ufanos en distintos cargos públicos, pidiendo: justicia para los otros, basta de impunidad para los otros, y memoria de lo que hicieron los otros. Porque ellos no quieren JUSTICIA, quieren su impunidad y pretenden que se olviden los crímenes que cometieron.
El Oficial recordará a su camarada Ernesto Olivera, muerto en Rosario cuando intentaba desactivar un explosivo, al que se le niega cualquier homenaje, mientras hasta en establecimientos educativos se rinden homenajes a los terroristas en una verdadera apología del crimen.
El Oficial de Policía al que me refiero, no tiene custodia. Está expuesto al accionar criminal de esos terroristas. Pero camina con la frente alta. Sus manos no están manchadas con sangre.
Orlando Agustín Gauna

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