lunes, 3 de febrero de 2014

El Pueblo y sus administradores

Un terrateniente, un hacendado o un importante empresario no pueden atender por sí mismos todos sus bienes. Para hacer eficiente su actividad empresarial necesita disponer de un administrador general y empleados de distintas categorías, que en el correcto desempeño de sus funciones, permitirán el paulatino crecimiento de sus bienes. 
Y cuando alguno de ellos no cumple sus funciones satisfactoriamente, el dueño le aplicará un respetuoso puntapié en la parte donde la espalda cambia de nombre, poniendo en su lugar a otro empleado que se desempeñe con responsabilidad en el puesto asignado. 
A cada uno de ellos, administrador y empleados, debería abonarles un sueldo acorde a sus funciones, pero es lógico que ninguno de ellos pueda obtener mayores beneficios económicos que el mismo propietario. 
El señor Pueblo es dueño de un extenso territorio llamado República Argentina y por sí mismo no puede administrar todos sus bienes. 

Para ello nombra un administrador general, con el cargo de presidente de la Nación; otros administradores de menor rango llamados gobernadores, intendentes, etc., quienes a su vez deben tener los empleados necesarios y eficientes para el buen desempeño de sus actividades y el crecimiento de los bienes del señor Pueblo. 
El propietario también elige a los asesores que fijarán las normas para el mejor desarrollo; a éstos los denomina legisladores. 
También se creó un mecanismo para designar a quienes administrarán la Justicia en su territorio; ellos son llamados jueces. 
Pero he aquí que todos ellos, los administradores y empleados, en forma arbitraria y unilateral se fijan sus sueldos y cualquiera de ellos puede incrementar de manera escandalosa su patrimonio, ganando un sueldo muy superior a los beneficios que recibe el señor Pueblo. 
Y para colmo de males, el señor Pueblo contempla azorado cómo aquéllos que nombró para que con su trabajo incrementen su patrimonio, rapiñen los bienes que deben administrar y cuidar, y cómo su extenso y rico territorio está siendo devastado y hundido en la miseria. La deforestación de sus bosques, el agotamiento de sus tierras por la incesante siembra de soja, sus ciudades con pésimos servicios, escasez de combustibles líquidos, gas, energía eléctrica...
Y cómo, con sus ganancias apenas si le alcanza para ir al supermercado. 
En mi humilde opinión, creo que ha llegado la hora de que el señor Pueblo se calce un buen zapato y empiece a aplicar fuertes patadas en el trasero de todos aquellos que por falta de idoneidad o por corrupción están arruinando su patrimonio. 
Para ello, existen los mecanismos constitucionales de destitución, cesantía y exoneración.

Orlando Agustín Gauna
Fuente: Diario El Litoral

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